sábado, 27 de julio de 2013

El fin del viaje o la Fuga del Cacique.


Serie de las pesadillas
“El Fin del viaje o la fuga del Cacique”.

El grabado ilustra dos situaciones parecidas:
1.El fin del viaje a través de la vida de un grupo humano, ya sea una camada de colegio, una generación, una promoción de diplomados, compañeros en las luchas políticas o militares, o un simple grupo de amigos. La nave como metáfora del viaje como la nave de la iglesia, entendiendo por Iglesia a la comunidad de los fieles, la nave de la humanidad para el viaje a través de la vida y hasta su final.
2.La fuga en una falúa del cacique Pincén, 10 indios y varios desertores, desde la Isla Martín García hacia el Uruguay. (Leer el relato al final del texto). La metáfora la completa la mano del Destino que levanta la falúa trayendo el final de la vida del grupo de amigos y en el caso de los indios el final de su cultura.
Grabado en linóleo
Impreso en papel Canson de puro algodón de 250 gramos.
Autor: BB

Los indios en la isla Martín García.
La isla Martín García fue prisión de militares, de indios, de delincuentes comunes, de detenidos políticos, de cuatro presidentes, de soldados alemanes de la Primera Guerra mundial, fue cárcel de enfermos en su Lazareto cuarentenario. Fue cárcel para todos, menos de los locos y al tener cementerio también cárcel de muertos. Y después dicen que la Justicia no es igual para todos. Claro que hubo distintas comodidades en el confinamiento.El confinamiento o prisión de los indios del sur, en la isla Martín García es un tema controvertido, escondido y poco estudiado. Si bien hay documentación en los archivos militares, eclesiásticos y navales, el tema parece no entusiasmar a los investigadores, salvo algunas excepciones de los últimos tiempos. El motivo del confinamiento de los caciques, capitanejos y lanceros de pelea, fue separarlos de los indios
que se mostraban dispuestos a la integración forzada al mundo del trabajo en sus niveles más bajos, o a la incorporación a las fuerzas de seguridad, ya sea al ejército, a la policía o incluso a la marina. Esta incorporación
fue mejor recibida por ellos al ser el ejercicio de la guerra, la ocupación primordial del indio. También se buscó separarlos del teatro de operaciones militares, donde según iban cayendo prisioneros se los custodiaba en la retaguardia mientras se luchaba con los que aún resistían, llegando a tener tantos indios por delante como los que se tenía por detrás. Una situación muy peligrosa por cierto. La cantidad de indios confinados fue también poco estudiada, si bien al embarcarlos en los distintos vapores que los confinaron eran contados en forma precisa.
Se sabe por ejemplo que el vapor Santa Rosa en 1878 trajo del fondeadero del arroyo Napostá, cerca de Bahía Blanca
932 indios. Entre los que se citan a los caciques Pincén, a los hermanos Catriel, a Cayul, Cañumil, Guaychiquín y a Blas Román, además de muchos capitanejos. Así llamados los indios jóvenes con funciones de oficiales de tropa. A Pincén también se lo menciona transportado por tierra. En 1883 el vapor Villarino trajo hasta La Boca, 17 varones y 37 más entre mujeres y niños. Era la tribu de Orkeke, analizada por el Autor en el libro: “El Museo del Bicho”. Los indios desembarcaban en Buenos Aires donde se los entregaba como personal de servicio particular en situación casi de esclavitud, sobre todo a las mujeres y niños, a otros se los encargaba en tareas rurales, se los fotografiaba, se los mostraba en el teatro y los caciques eran recibidos por políticos y funcionarios, incluido el Presidente de la República. Si acaso morían por enfermedades oportunistas, eran
descarnados y sus huesos coleccionados en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde se los tuvo a varios de ellos en situación de objetos vivos de exposición museística. Estos últimos fueron traídos de Martín García, pues así como eran llevados luego eran traídos por distintas razones, llegando al parecer a ser confinados varias veces como a Pincén, que según testimonios lo fue en tres oportunidades y otras tantas liberado.
Una crónica de la época sugería que Martín García iba a parecerles una jaula a los indios acostumbrados a la llanura infinita y realmente fue así por tratarse de nómadas prisioneros, sin oficios que ejercer, tuvieron que empezar con los trabajos más rústicos: picar el el granito de la isla para adoquinar Buenos Aires ,trabajar en los hornos de ladrillos para
levantar los pabellones del Lazareto, desmontar áreas de selva en la isla para seguir construyendo y tareas de mantenimiento. A los indios no les gustaba trabajar porque lo único que hacían en la tribu era cazar y pelear, nada más, el resto de las tareas las hacían las mujeres a las que trataban como esclavas, al punto de venderlas a terceros por plata o por whisky
o incluso ofrecerlas con otros animales como ofrenda, para evitar la guerra con un enemigo superior. Con el tiempo llegarían los indios a ser muy buenos artesanos, albañiles, pintores, carpinteros, etc. En la isla hubo tres hechos que hay que resaltar y un final que merecerá la próxima reseña.
Los tres hechos son: el motín del pelo largo, el motín de la enfermedad de Venus y la fuga de Pincén en falúa.
El motín del pelo largo
Resulta que las autoridades anoticiadas que, los indios no eran afecto a la higiene personal dado que no se lavaban absolutamente nunca,desconocían los jabones y su único perfume era un olor insoportable, producto de la inmundicia acumulada sobre el cuerpo del indio y sobre las prendas de cuerno de guanaco, prendas que rápidamente les sacaban para darles mantas tejidas industrialmente. Anoticiadas que, los indios meaban y cagaban donde comían y arrojaban los desperdicios a los perros con
quienes vivían, y en el desierto si no tenían agua herían a su caballo para tomarle la sangre. Las autoridades decidieron comenzar la tarea civilizadora cortándoles el pelo. Lo que no sabían es que la cabellera para el indio pampa era señal de hombría y de ferocidad (Sansón americano); antes de la batalla mataban una yegua y metían su cabellera en la sangre y cubiertos de la misma iban a morir. Tampoco sabían que el indio se afeitaba las cejas de puro coqueto que era. Y tampoco sabían que los indios pampas, tehuelches y araucanos antes de la conquista vivían nómades detrás de las manadas de guanacos y ñandúes o charitos, a los que depredaban y debían oler como ellos, porque de lo contrario en las pampas y con los vientos patagónicos el olor del hombre limpio llegaba presto a las narigonas de los guanacos y a los picos narizotas de los ñandúes de patas largas. Después de la conquista y ya los indios montados a caballo los pobres bichos fueron depredados a pura boleadora y el indio
pasó a comer yegua, aportada por el blanco por propio robo o Tratado de Paz alimenticio. Los indios confinados en la isla se amotinaron e impidieron que les cortaran el pelo. El Ministro de Guerra Luis María Campos intervino y ordenó al Jefe Militar de la isla engrillar a los hermanos Catriel, caciques bravos, hasta saber si habían estado o no detrás del motín. No sería el único fracaso de la cruzada higiénica con los indios.
El motín de la enfermedad de Venus.
Anoticiadas las autoridades que, la conducta sexual de los indios no era conforme a la moral Cristiana y que si bien eran en general monógamos, cuando robaban un cargamento de ginebra o desvalijaban un navío encallado en la costa donde obtenían whisky y ron, se emborrachaban
durante días; que las mujeres les sacaban las armas porque solían matarse entre ellos y luego se preparaban para la orgía patagónica sin discriminación de ningún tipo, ya sea esposa, novia del hijo, hija preferida, etc. Y anoticiadas las autoridades que, de resultas de estas tendencias sensuales, era harto probable la existencia de enfermedades venéreas, al tenerlas también algunos milicos que intimaban con las indias. Por todo esto, el Jefe Militar le encomendó al médico Gabino O`Donnells detectar casos venéreos. El resultado está muy bien expresado por el mismo médico en su informe a la superioridad:” Habiendo hecho reunir a las mujeres en el Batallón Artillería de Plaza del Piquete Guardacosta ( y algunos presos indios también), cuando se procuróque se desnudaran para reconocer su estado mediante la debida inspección científica,absolutamente todas se resistieron y debido a ello nada puedo informar”. De los indios no dice nada, pero, por su segura inclinación hacia el dulce sexo y siendo ellas los principales vectores de pudrición sifilítica, el galeno Gabino es natural que se olvidara de los indios; aunque tal vez ni consideró siquiera apropiado, haberles pedido a los indios que se desnudaran, a juzgar de que ninguna de sus mujeres se había dejado amedrentar. La sífilis siguió instalada en las tribus. Luego vendría la viruela.
La fuga del Cacique Pincén
La antropóloga Martha Drovetto ha confirmado la fuga del cacique Pincén hacia Uruguay. El 29 de noviembre de 1883, con la complicidad del marinero indio Juan Márquez y de otros desertores de la Prefectura.
Una decena de indios, con Pincén a la cabeza y con un indio que ostentaba como nombre el del Presidente Nicolás Avellaneda, se robaron la falúa que servía de vínculo al vapor, que no se podía acercar porque no había muelle. La falúa es una embarcación robusta a remo, de vínculo naval entre unidades mayores, lleva autoridades, víveres, carga, infantería, etc. Su forma es muy variable habiendo algunas que tienen aparejo de vela latina. En la Armada argentina, las falúas llevan 12 remeros y un timonel, y existe otra falúa que llaman ballenera que tiene doble proa y aparejo latino. La del caso era una de 12 remeros, aunque la cantidad de fugados indicaría que fueron dos las embarcaciones y que se recuperó una. Porque remontar el canal del Diablo, como se llamaba el brazo que separa a la isla de Uruguay, remontar el río homónimo en contracorriente hasta Carmelo con una sola falúa es imposible, yendo tan cargada. Eso es lo que al final pasó, la fuga terminó con los indios y otros, todos detenidos por la policía de Carmelo y devueltos sin dar intervención a la Diplomacia, como si se hubiera tratado de unos vacunos que se cruzaron a nado.
BB

Recomiendo los libros:
Pincén. Vida y leyenda.
Juan José Estévez.
Editorial Biblos.
Campañas Militares Argentinas
Tomo IV
Luchas contra indios y sediciosos.
Isidoro Ruiz Moreno.