Teoría
que sostiene que la obra del artista es toda ella un gran autorretrato. Se
pinte lo que se pinte, todo es un autorretrato. Todo aquello que su mano labora
trae consigo el capital fantasmático de la personalidad original del artista, o
de su alma que no existe o de su espíritu excelso o repugnante, o sea de su
fantasma que tampoco existe, como decía al principio. Teoría que quiere
convencer que sólo Vincent pudo llegar tan lejos con sus girasoles o zapatos o
con la catrera o consigo mismo, porque su singularidad fantasmática, tiñó a
toda su obra de certeza filosófica. No importa en cierto punto que contenido
tiene la imagen, si la transferencia poética ha podido despertar el interés y
el callado asentimiento del anónimo espectador. Espectador desesperado y ávido
de alguna certeza que valide la vida y produzca sentido. En ese momento la obra
es funcional para el proceso histórico que se vive. Sea Van Gogh o cualquier
artista, sea central o sudaca, incluso aquellos primitivos que han sufrido la
re significación occidental con un nuevo volcado de contenidos, y que seguirán
siempre en el anonimato, sin distinguir singularidades, pero con el poder
fantasmático de una cultura ida, sin poder de réplica. Es una de las tantas
teorías del artista.
Texto
y grabado: Alfredo Benavidez Bedoya.
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