sábado, 12 de diciembre de 2015

Otra vez Américo Castilla ¡¡¡¡¡¡


Otra vez Américo Castilla. Director de Patrimonio¡¡¡¡¡¡¡¡
Otra vez el funcionario kirchnerista responsable del patrimonio que cuando era Director de Museos con Néstor, le robaron 490 grabados del Museo Nacional del Grabado y no aclaró el robo. Funcionario polémico al cual además de los grabados, le robaron el reloj de Belgrano del Museo Histórico Nacional y tampoco recuperó la pieza ni a los ladrones. Parece que el Ministro no conoce de historia reciente ni le importa el patrimonio. Y esto no es ideológico, Castilla es un rosquero que liquidó la Fundación Antorchas, un radical todo terreno que es impulsado por los conocidos de siempre.
Otra vez el funcionario que organizó los concursos para todos los Museos, que después “cajonearon” durante años, nombrando mientras tanto a concursantes amigos de esos concursos, al frente de los Museos por Decreto. Ahora quiere hacer otros concursos, seguramente distintos de los primeros y bien encorsetados para meter su rosca.
Estuvo detrás del Concurso del Bellas Artes donde ganaron tres funcionarios de la propia Secretaría de Cultura, con Duprat ya colocó el Director General y lo que siempre quiso es digitar el Concurso de Director Artístico del Museo Nacional para él, y ya en el cargo manejar la política de artes visuales desde allí.
Ahora dice que va a convocar a concursos transparentes, que empiece entonces por el Museo Nacional que fue un arreglo en la desbandada, que empiece por aclarar en que quedaron los concursos anteriores que ya fueron concursados y organizados por él mismo, y de los cuales los aspirantes concursantes no sabemos qué pasó.
El señor más que artista es abogado y sabe que conductas administrativas perversas, donde se amañan concursos para constituir mafias, que terminan provocando el robo del patrimonio, no es un camino que le vaya a dar resultado. Antes de llamar a los nuevos concursos el Ministro por lo menos debería aclarar qué pasó con los otros, hechos por este mismo personaje nefasto.

Alfredo Benavidez Bedoya.

lunes, 7 de diciembre de 2015

El jolgorio del bicho.


“El jolgorio del bicho”. Grabado en linóleo. Medidas: 30 cm x 16 cm. Diciembre del 2015.
Hay que saber perder. A mí ya me tocó tantas veces perder, que podría dictar un Seminario para la Derrota. En realidad es muy fácil aprender a perder, debemos al leer la última página del libro que contiene el relato que nos fascina y antes de conocer el final, debemos cerrar el libro, y recordar qué clase de obra era. Porque si era una novela de misterio, esa última página nos tendrá en vilo hasta el final, pero si se trataba de un tratado dogmático o un reglamento administrativo, el tedio reemplazará al vilo hasta el final. Porque puede ser que una obra se haya ido transformado según se iba leyendo y su conclusión desconcierte. O puede tratarse de un libro sagrado, siendo entonces la última página un ineludible llamado a empezar el libro de nuevo. Así como la última hoja de un libro esencial, que nos ha transformado para siempre, es una caída al vacío y a la propia y autónoma capacidad de equilibrio. Así la última hoja de un libro lleno de verdades parciales, delirios autocomplacientes y estrategias pasadistas (pasadistas, no pasatistas), es  una última página bienvenida, para el que no comulga con el relato ya casi finalizado.
El pasadismo, de permanente utilización en el arte occidental, es una estrategia que toma un segmento del pasado, lo resignifica y lo proyecta como modelo a imitar, o por lo menos a traer al presente en forma atemperada, interpretada o sesgada. Para Cristina fueron los años 70 y para Macri será el Desarrollismo, los años 60. Son estrategias para buscar cimientos histórico- simbólicos de legitimación, anclas legítimas a partir de las cuales construir identidad propia. Pero nunca producen los mismos fenómenos, en el arte tienen un aire de familia, los mismos personajes, dioses y semidioses, alguna similitud formal en las proporciones, conceptos o composiciones. Como por ejemplo el eje Clásico- Renacimiento- Neoclásico- Arte Fascista o la ruina en el romanticismo y la Edad Media como lugar inmanente del espíritu romántico o el Cubismo y el arte primitivo. Pero bueno, nadie va a confundir a Fidias con Donatello, ni a los miniaturistas medievales con el alemán romántico Friedrich o a Picasso con el África negra. A veces “adaptan” o “mejoran” el modelo en clave moderna, a veces lo “empeoran” alterando sus partes a conveniencia y otras veces lo tratan de repetir tal cual, lo que resulta una parodia deprimente. Pero siempre el resultado es diferente, el pasadismo construye un presente a través de un pasado revalorado en clave funcional a los intereses futuros.
La metáfora del  libro es pertinente porque si el relato nos gusta mucho pensaremos que no termina, que apenas el libro es el primer tomo o el capítulo de una serie.
Tal vez  se trata entonces de relatos que de tan dominantes que son, se van repitiendo de tal forma que quedan inmóviles o se mueven cómodos, pero sin salir del mismo lugar. Un lugar que se vacía al leer la última página. La cual como digo, podrá tener una zaga, pero todos sabemos que siempre en el arte y en la vida, los momentos y las obras que abren rumbos, son irrepetibles. Las segundas partes casi siempre arruinan las primeras.
Además ese libro común lo leemos entre todos y hay mucha gente que lee y se aburre, porque ya sabe como sigue. Otros van leyendo y se indignan y se manifiestan en contra y por la conclusión perentoria del relato, o su transformación en un nuevo y distinto libro. La textura literaria del relato debe ser inclusiva al ser común a todos la lectura del mencionado libro.
La última página de una obra literaria o el momento en que el artista define a su obra como conclusa, es un acto que valida todo lo bien hecho según su autor, y es el abandono de una obra que ya no lo necesita más. Un abandono que no permite tampoco al Autor, volver en el futuro a modificar lo dado por bueno en su momento.
Los gobiernos son tomos en una biblioteca, los hay bien encuadernados en cuero, otros en rústica, unos gordos y altos, otros flaquitos y enanos, algunos sangrientos, otros grasientos y muchos muy apolillados. Los gobiernos pretéritos son libros con relatos diversos, que se odian profundamente entre sí, pero que viajan en el tiempo apretados unos junto a los otros en un anaquel de biblioteca. Como esos parientes que se odiaron toda la vida pero terminan coincidiendo en la cripta familiar.
Lo que si hay que condenar es a los ladrones, que son mentirosos para robar y autoritarios para que no se noten sus mentiras públicas, a esos y a los botones, los comisarios políticos que persiguieron personas. Porque el castigo por lo menos social en éstos últimos y pecuniario en los primeros,  impedirá, al ser una pena disuasiva, el que los nuevos funcionarios “desarrollistas” cometan estos delitos con sus nuevos gobernados. Ladrones y botones. Ladrones mentirosos o botones comisarios políticos que arruinaron carreras, amañaron concursos, echaron disidentes, persiguieron familiares de disidentes, promovieron juicios en ARBA o AFIP para disidentes, humillaron, injuriaron y ningunearon a quienes creían o incluso escribían, producían o imaginaban otros relatos posibles. Relatos todos pasibles de debilidad ficcional, claro, porque así como hay relatos de calidad los hay de los otros, depende de los autores, individuales o colectivos. Además hay que tener en cuenta que al relato uno lo modifica a conveniencia, uno, ya sea individual o colectivo. Y de todas, la etapa dogmática es la más estúpida, aparece a raíz de la falta de correlato con la realidad. El Verbo hecho Verso. El relato, en ese caso, se sacraliza y se transforma en tótem y a todo lo demás se lo transforma en tabú, en lo prohibido. Es la etapa necia de la anterior acumulación virtuosa ya agotada.
Son pocos los ladrones y los comisarios políticos, los ladrones y los botones; pero si éstos no son socialmente señalados y separados de la actuación pública, los nuevos no tardarán en actuar igual a los que se van. Los que se van me persiguieron en forma pública y documental durante diez años. No me echaron de “la” Universidad, me echaron de dos universidades: del IUNA y la UNLP, me echaron en forma humillante, injuriante  y antirreglamentaria de ambas. Además de las decenas de actitudes fascistas que tuvieron con mi mujer y conmigo en la Universidad y en la Secretaría de Cultura de la Nación. Que fue todo un escaparate de la persecución como ya se verá.
No soy cómodo para nadie. También con los que entran, los desarrollistas, tuve mis enfrentamientos cuando quisieron limitar los  premios artísticos, ganados por concurso público, sobre esto hay varios post publicados y protagonizados por Hernán Lombardi en mi página de Facebook hace años. Al igual que otra colisión con el pelado Jorge Telerman, que ahora se prometía como Ministro cultural de Scioli y que nos quiso quitar los premios municipales ganados por concurso, antes que Lombardi. Porque según él, los artistas “hacíamos la plancha”, cosa que va a practicar él mismo desde el 10 de diciembre, hasta que se pegue otro garrochazo político o trabaje de vidriera del Unicenter. En fin, en mi caso me parece voy a tener que seguir perdiendo, pero hay que hacerlo con estilo, con arte si es posible. Hay que saber perder. Y ya a los 64 años uno se prepara para perder para siempre. Pero, con respecto a esto último, quiero hacer una observación: yo no soy un viejo de mierda, como dice ese funcionario del Museo Nacional del Grabado que se llama Guillermo David, no, yo no soy un viejo de mierda, yo soy un viejo hijo de puta, y se lo estoy demostrando al Sr. Comisario, al hacer esta última observación en forma pública y sin ningún miedo. Se quede o se vaya el Señor Comisario.
Alfredo Benavidez Bedoya.