sábado, 5 de octubre de 2013

Homenaje a Vicente. Alberto Durero por BB.


“Manos orando”
(¿unidas para rezar o implorar perdón?)
Dibujo a pincel
Papel azul.
Tinta negra y blanca.
Alberto Durero.

“Manos a la edad de Vicente”
Altorrelieve modelado en pasta o arcilla negra.
Autor: Alfredo Benavidez Bedoya
A partir de Alberto Durero.

Homenaje a Vicente Ferrer.
Benavidez Bedoya a partir de Alberto Durero.

Debo a mi tío abuelo el Capitán de Fragata Vicente Ferrer el haberme podido dedicar al arte. Vicente era un oficial de Marina distinguido, amigo de la familia Borges, de los padres y tíos del escritor. Luchó contra los alemanes en la primera guerra mundial en la Armada norteamericana, como comandante de un submarino. Los militares fascistas del año 30 le arruinaron la carrera, por ser cuñado de los Benavidez, los que por ser radicales yrigoyenistas terminaron presos en el penal del fin del mundo durante un año y medio. Como el caso del Teniente de Corbeta Francisco Borges exilado en Uruguay. Vicente era muy mujeriego, culto, vivió varios años en Europa y EEUU, hablaba cinco idiomas muy bien. Cuando lo conocí en serio tenía la edad que tengo ahora (62), pero seguía con amantes, tenía una italiana en Mar del Plata con la que se casó para dejarle la pensión naval. En Mar del Plata sí, porque Vicente se pasaba el año yendo y viniendo, al estar enviciado con el Casino, lugar donde se fue gran parte, de lo poco que quedaba de fortuna en la familia. Así y todo, a Vicente le debo el estar aún en el mundo del arte. Ocurre que cuando me decidí a dejar la carrera de Derecho en la UCA en tercer año y dedicarme a la escultura, luego de haberme negado a seguir la carrera familiar: la Marina de Guerra y, luego de que en el Liceo Naval, en el último año y en un Consejo de Disciplina, me degradaran de Guardiamarina de la Reserva Naval a Suboficial Segundo de Mar. Tampoco les faltaba razón, pues yo como cadete naval era un desastre. Luego de todo eso, mi padre entró en cólera y me echó de casa. Cosa bastante lógica si tomamos en cuenta el programa de vida tan diverso que yo deseaba. Vicente en cambio reaccionó bien y se ofreció a pagarme el mejor Maestro de escultura del momento que resultó ser Antonio Pujía. Con el cual estudié tres años, terminando como Ayudante tallador, en la talla de mármol de Carrara para retratos de Intendentes capitalinos, talla supervisada por el Maestro Ramón Castejón. Pujía era buen maestro y cobraba caro y cuando cerró su taller me hizo prometerle que cursaría la Escuela de Bellas Artes. Y aquí estoy, contando tonterías.¿Y esto que tiene que ver con Durero y sus manos en actitud de plegaria?. Resulta que el querido Vicente me reprochaba que hubiera elegido al fin el grabado y no la escultura y también siempre me hablaba de esas manos de Durero, que según otras versiones serían las manos del hermano, que trabajó el doble para reemplazar a Alberto, que era más dotado y que merecía estudiar. Y que eran parecidas a sus manos, a las de Vicente y a mis manos de sesenta y dos años. Otros dicen que eran manos para un santo que estaba pintando Durero, en ese caso serían manos de pecadores representando manos de inmaculados santos devotos. Pero bueno, se me ocurrió hacerle un homenaje al tío Vicente modelando las manos
de Durero, en un formato de altorrelieve, interpretando libremente las del Maestro y usando como modelo también mis propias manos de viejo pecador. Todos pecadores, de manos viejas en rezo y con necesidad de que alguien los perdone.
Autor de la reseña y del modelado: A. Benavidez Bedoya