miércoles, 2 de abril de 2014

Teoría del Peticionante. La Boda.


“La Boda”. Grabado en linóleo. Medidas: 60 cm. x 80 cm.
Teoría sobre el Peticionante.
Siendo ésta una Teoría con algunos costados cómicos, pero dramática y escatológica a la vez, deberá leerse, estudiarse y analizarse como cualquier otra teoría, pero también deberá representarse en los teatros públicos para su mejor entendimiento. Dicha obra se desarrollará en un único acto y en la penumbra:
Aparecen el Peticionante y el Peticionado (el primero más pequeño que el segundo) sentados ante una mesa con mantel blanco. Dicha mesa debe poder contener bajo su mantel a dos personas arrodilladas.

Peticionante: Señor, vine a pedir la mano de su hija.
Peticionado: La de mi hija no se la daré, pero le ofrezco la de mi mujer.
Peticionante: ¡Señor!, con todo respeto ¿ no se le fue la mano?.
Peticionado: No. La mano de mi mujer no se me va, soy yo el que la entrego a ella, al dársela a Usted, querido peticionante. De paso me ahorro la mano de mi hija, para mejor negociar con el otro peticionante que también pretende la mano de mi hija, y dársela en cambio de la mano de su madre, que están deliciosas ambas, las manos y todo el resto.
Peticionante: Viniendo por la hija no voy a quedarme con la madre, para que Usted mejore su vida con la madre de mi oponente. Ustedes van a colocar en dos jugadas las hermosas de este caso, pero su mujer no vale ni para que la pidan, ni siquiera para que la regale al voleo a cualquier desconocido.
Peticionado: Lamento que no acepte, pero sepa que yo le concedía la mano de mi mujer con toda mi fortuna, porque no quiero que la madre del otro peticionante me ame por la millonaria suma que le estaba regalando a Usted y que ahora tendré que darle a su oponente, el cual se estará llevando a mi hija y a mi fortuna toda.
Peticionante: Bueno, no se apresure que para eso se creó el diálogo, para ir y venir desde la improcedencia hasta el acuerdo justo, y desde éste hacia la fértil componenda. Que por supuesto exagero con lo de su mujer, que si no es agraciada no lo será, pero sexualmente es un portento. Calidad que ya no puedo discutir, porque al decir Usted Señor que me la cedía, rápida se metió bajo la mesa y me está lamiendo la entrepierna con una dedicación admirable.
Peticionado: Lo improcedente es que disfruten entre ustedes antes de cerrar trato con lo que tenemos entre manos, trato, que deberemos hacer en simultáneo, pues de lo contrario pudiera quedar alguno sin la madre o la hija anheladas. Además la mesa que sirve para transar la suerte de esposas, madres e hijas, no puede al mismo tiempo, servir para esconder la traición última de la que será entregada dentro de poco.
Peticionante: No se equivoque mi buen Señor!. Lo que su mujer hace al disfrutarme la entrepierna es obediencia doméstica hacia Usted, que magnánimo como pocos me la entrega a mí dotada con toda su Fortuna. Y por eso yo no me permito ningún disfrute y la dejo hacer, sabiendo que Usted comprenderá que en el amor el ensayo siempre potencia la pasión carnal, base de la felicidad conyugal.
Peticionado: Bueno, si es así como lo dice sigamos negociando, pero dígale de mi parte a mi mujer, que quiero que a mí me haga lo mismo cuando haya terminado con Usted. A mi hija se la puedo entregar no como mujer sino como amante, así podrá Usted engañar a su mujer con la hija de ella, digna mujer a su vez de su oponente, el cual vivirá hundido en la miseria, al no poder gozar de mi fortuna y sepultado por el oprobio provocado por la traición de su mujer, mi hija y su amante.
Peticionante: Creo que estamos mejorando notablemente mi deseo inicial, que ahora lo encuentro ingenuo y falto de vuelo poético. Y siguiendo con la mano que Usted me está dando, su nueva mujer, la madre de mi oponente, podría engañarlo a Usted con el autor de este Gran Arreglo Matrimonial?; eso nos daría a nosotros más protagonismo en sus escritos y la traidora sería seguramente recompensada al nombrarla primera actriz en algún libelo pornográfico. No le parece?.
Peticionado: Veo que comprende mi punto de vista, para que vamos a limitarnos a hacer lo que se debe, cuando se puede limitar lo que se hace a lo que se comprende desde cualquier punto de vista; desde donde uno mira a sus oponentes. Y para completar este concepto, sepa que el oponente suyo, también está debajo de la mesa haciendo lo mismo que mi mujer le hace a Usted, y lo hace sólo por gusto y vocación, ya que pidió hacérmelo recién luego de yo prometerle la mano de mi hija, si claro, él me conseguía la de su madre.
Peticionante: No me sorprende mi querido Señor que mi oponente le refriegue la entrepierna. En todo el barrio se lo conoce como el “dulce duende del bajo de la mesa amantelada”, apodo tan extenso que obligó a llamarlo Cachocachondo. A mí mismo me lo ha hecho muchas veces, me lo hizo durante las tardes de estío en el bar de la estación ferroviaria de Paso del Rey, que si pasó por aquí nunca se notó.
Cerrando los ojos puedo aún hoy rememorar su dulzura bucal y su persistencia sensual.
Peticionado: Pues le diré que Cachocachondo es todo un gourmet, que mi amada hija, que mi noble entrepierna, que y por qué no las de todo su barrio. Cachocachondo es un anarquista expropiador de los medios de producción del placer carnal, lo que podría hacer es distribuir un poco. Y para no sorprenderme luego, ¿podría saber como lo llaman a Usted en su bucólico barrio?.
Peticionante: a mí me conocen como “el sexo hombruno que causa asombro entre la extasiada platea hembrona”. Como también resultó un apodo demasiado extenso para la poca comunicación que en el barrio impera, me terminaron llamando Elbichodechiche.
Peticionado: Ustedes los oponentes, ya sea por efecto hombruno o por defecto bajo la mesa son poderosamente sexistas basados en el imperio machazo de la fiesta del Dios Príapo.
Tengan cuidado porque lo suyo hace tiempo que no es político, ni es correcto, ni es decente, ni moral, ni nada que se puede defender sin que a uno lo señalen con el dedo indicador. Tengan cuidado que a las mujeres sólo en el Islam hoy en día, las llevan y las traen por donde quieren los hombres.
Peticionante: Sepa disculpar nuestro sexismo grosero, pero es por esta poca calidad nuestra que las hijas no nos aceptan y es por eso que tenemos que pedir al Padre que nos dé, lo que no podemos conseguir por nosotros mismos. Es vergonzoso y lo sabemos.
Peticionado: Bueno, pero gracias a esos defectos yo tengo el efecto de poder hacer negocios carnales a mi edad, así que no corresponde que los critique si de ustedes me beneficio.
Peticionante: Gracias Señor, y sin ninguna intención de importunarlo poniendo en duda su autoridad doméstica. Las mujeres por nosotros pretendidas y por Usted cedidas, ¿serán obedientes a sus decisiones en tanto Pater Familias?
Peticionado: La pregunta me ofende, pero además de eso la pregunta subvierte, al negarlo, el orden familiar imperante en Occidente. Me parece que así no vamos a entendernos.
Peticionante: Ocurre Señor mío, que mientras Usted sigue pensando que su autoridad está incólume, su mujer cedió la mano de Usted a mi querida madre.
Esto Usted no lo sabía pero ya está decidido y con lo cual yo sería su querido hijo y su querida hija mi querida hermana, y si Usted me cede a su mujer, su hijo tendría por mujer a la suya. A su vez si usted cede su hija a mi oponente y consigue la mano de su madre, volvería a ser el padre de su hija y por lo tanto desde su lugar no habría cedido nada. Todo lo cual se está volviendo incestuosamente pluscuamperfecto.
Peticionado: Mire dulce peticionante, mi mujer, mi mano no la ofrece a nadie porque si la tengo que dar a alguien que yo no haya elegido, antes me la corto. Eso ella lo sabe. Y ahora que lo pienso un poco, tal vez lo hace para obligarme a cortarme la mano y apoderarse de mí al quedar tullido, deprimido y avergonzado.
Peticionante: Sus cuestiones maritales no parecen saludables, dicho esto con respeto. Tal vez podríamos ir armando distintas familias todas las semanas hasta agotar el stock y recomenzar nuevamente el mismo ciclo hasta la jubilación.
Peticionado: Brillante. De esa forma no habría ni peticionante ni peticionado, ni entregador ni entregada, ni oponentes, ni envidiosos. Brillante mi querido amigo, brillante, mejoraríamos todos al ser solamente cornudos. Considérelo un hecho.
Fin de la representación. Saludos, aplausos y telón.
Grabado y Teoría representativa: Alfredo Benavidez Bedoya.
www.laminicatedra.blogspot.com